Autor: Yorman Castaño Suarez
Había una vez, en un reino muy lejano, una luna brillante y un sol radiante que reinaban en el cielo.
La luna, con su suave luz plateada, iluminaba las noches y susurraba secretos a las estrellas. Mientras tanto, el sol, con su cálido resplandor dorado, iluminaba los días y daba vida a la tierra.
Un día, la luna y el sol se encontraron en el firmamento y se enamoraron perdidamente. Sin embargo, sabían que su amor era imposible, ya que nunca podrían estar juntos al mismo tiempo.
Entonces, la luna y el sol idearon un plan astuto. Decidieron alternar sus apariciones en el cielo, permitiéndose encontrarse brevemente durante los amaneceres y los atardeceres.
Así, cada día al amanecer, el sol se despedía de la luna mientras esta se ocultaba en el horizonte, prometiéndole volver a encontrarse al atardecer. Y al atardecer, el sol cumplía su promesa, pintando el cielo con tonos cálidos y encontrándose con la luna una vez más.
Y aunque su amor era fugaz, la luna y el sol encontraron consuelo en saber que, aunque estuvieran separados, siempre estarían unidos en el cielo y en sus corazones.
Y así, cada día, el cielo se llenaba de la magia del amor eterno entre la luna y el sol, recordándonos que incluso en la oscuridad más profunda, siempre hay un rayo de luz que brilla con esperanza.